Grupo de Investigadores y Extensionistas de INTA y de UDEA-INTA/CONICET (CCT-Córdoba) con sede principal en la ESTACIÓN FORESTAL INTA-Villa Dolores, y con oficinas en la AER Cruz del Eje y en la EEA Manfredi.
Concepto y Definiciones clave
¿QUÉ SON LOS SOCIOECOSISTEMAS y LOS SISTEMAS AGROFORESTALES?
SOCIOECOSISTEMAS
Un SocioEcosistema es un Sistema SocioEcológico (SSE) rural que consiste en una unidad biofísica asociada a actores e instituciones sociales que interaccionan en un territorio y que están relacionadas a la actividad agropecuaria (Berkes et al., 2003). Un SSE-rural a contemplar a escala predial puede incluir una familia rural, productores agropecuarios (de pequeña, mediana o gran escala), campesinos u hogares de agricultores y/o ganaderos, los cuales pueden ser analizados como un SSE de agricultura familiar (SSE-AF) o de escala predial (SSE-Predial en general). Es decir, un SSE-Predial (y un SSE-AF) incluye una unidad de tierra manejada o gestionada por una familia o productores o una parte interesada, cuyo objetivo es producir bienes y servicios agropecuarios. Por lo tanto, esa unidad de SSE-Predial representa la unidad mínima donde se toman decisiones de gestión, que integra los atributos biofísicos asociada a un hogar rural, campesinos, productores agropecuarios o agricultura familiar que maneja la unidad de producción basada en una porción de tierra específica, y que también está vinculada a las redes sociales (Figs. 1 y 2). Los SSE-prediales establecen conexiones con otros SSE rurales que habitan el mismo paisaje y región, mediante intercambios o flujos de materia, energía, tecnologías y conocimientos. En consecuencia, diferentes niveles de SSE rurales se anidan jerárquicamente, lo cual debe ser considerado para comprender y analizar el manejo y la organización de dichos sistemas (Figura 1). Así, en niveles jerárquicos inferiores, las familias rurales y los pequeños productores (SSE predial) que forman parte de SSE rurales que interactúan en el mismo paisaje, conforman un SSE rural a nivel de paisaje (SSE paisaje), los que a su vez, en un nivel agregado constituyen un SSE rural a escala regional (SSE regional) (ver más en Easdale y López 2016, López et al. 2017).
Desde una perspectiva analítica, un SSE-predial puede estar compuesto por cinco sub-sistemas que representan diferentes medios de vida del SSE: natural, humanos, sociales, manufacturados y financieros (ver más en Easdale y López 2016) (Fig. 1). El sub-sistema natural es la base de un SSE, lo que indica la importancia de los ecosistemas naturales para la subsistencia del ser humano y su bienestar (Daly 1994). El sub-sistema natural incluye tanto el stock ambiental (e.g. relacionado con el suelo, el agua y la biodiversidad) como los procesos del ecosistema (e.g. productividad primaria, ciclos de nutrientes, captura de carbono) (Daly 1994). Los procesos ecosistémicos proporcionan bienes y servicios ambientales, y se han clasificado en cuatro categorías: soporte, regulación, provisión y socio-culturales (de Groot et al., 2002) (Tabla 2). El sub-sistema humano comprende la estructura familiar o del campesino y todas las capacidades de los individuos importantes para la consecución de cualquier estrategia de medios de vida (e.g., conocimiento, habilidades, capacidades laborales). Mientras que el sub-sistema social se relaciona con las redes y organizaciones que en las cuales participan los diferentes pobladores rurales o los actores sociales relacionado con la actividad agropecuaria. El sub-sistema manufacturado o productivo comprende los bienes materiales o físicos involucrados en un proceso de producción (por ejemplo, maquinarias, herramientas, semillas y cultivos, animales reproductivos), mientras que el sub-sistema financiero está compuesto de activos monetarios o equivalentes, que contribuyen tanto al proceso de producción como al ingreso financiero del hogar (más información en Scoones 1998, Ekins et al. 2003, Easdale y López 2016).
Los cinco sub-sistemas pueden anidarse jerárquicamente y organizarse en la "pirámide de sistemas socio-ecológicos agropecuarios" (Figura 1), que es una representación jerárquica y multidimensional de los diferentes medios de vida de un SSE-predial. Las interacciones entre sub-sistemas y las relaciones jerárquicas entre sí se representan en la Figura 2, mientras que las características estructurales y funcionales se incluyen ejemplos de los diferentes sub-sistemas a diferentes escalas de SSE-rural en la Tabla 1 (sensu metodología propuesta en Easdale y López 2016).
SISTEMAS AGROFORESTALES
Los sistemas agroforestales son agro-ecosistemas en donde coexisten culturas rurales con los ecosistemas naturales o antropizados, y cuyas formas de uso y manejo de los recueros naturales involucra especies leñosas (árboles y arbustos), cultivos agrícolas (principalmente fruti-hortícola) y/o producción pecuaria (e.g. bovinos, caprinos y/u ovinos), con arreglos espaciales y temporales establecidos bajo un enfoque de manejo adaptativo. Un sistema agroforestal debe incluir el manejo intencional de árboles y/o arbustos en la misma unidad de tierra que los cultivos agrícolas y/o la cría de animales, ya sea en forma de mezcla espacial o en rotación temporal. Debe existir una interacción significativa entre los elementos leñosos y no leñosos del sistema, ya sea en términos ecológicos y/o económicos (ICRAF, 1990 cit. por Gob. 2006). Es decir, los sistemas agroforestales son una forma de uso de la tierra en donde especies leñosas perennes interactúan biológicamente en un área con cultivos y/o animales; con el propósito fundamental de diversificar y optimizar la producción respetando los principios de la sustentabilidad (López, 2007), reforzando la resiliencia socio-ecológica a escala predial y regional (López et al., 2017).
Bosques Nativos
A nivel mundial, los bosques representa los ecosistemas terrestres que mayor diversidad de bienes y servicios ambientales le proveen al hombre, y a la vez son los sistemas que han sufrido mayor pérdida por deforestación y degradación, asociado al avances de la frontera agropecuaria y sobre-uso ganadero-forestal (FAO 2016). Los bosques son ecosistemas forestales (o agro-forestales) que representan el 75% de la superficie de Argentina, más de un 35 % de la superficie de Latinoamérica, y casi un 40% de la superficie terrestre del planeta. Especialmente, en las últimas décadas, Argentina es el país de América latina que ha experimentado mayor proporción de pérdida de bosque, y es el décimo país a nivel mundial que más deforestación tuvo en la última década. Los bosques de la Ecorregión del Chaco son los ecosistemas forestales que más superficie ocupan en Argentina y son los más afectados por el avance de la frontera agropecuaria (Inventario Nacional de Bosques Nativos 2005; FAO 2016). En Argentina, la expansión de tierras para forraje del ganado (con pasturas y ampliación de áreas de pastizales) provocó la pérdida de aproximadamente el 45 % de los bosques, y se deforestó más del 43 % de los bosques para expansión de las tierras de cultivo comerciales, principalmente asociado a mono-cultivos (FAO 2016).
Por otra parte, actualmente los sistemas de producción en monocultivo dominan en gran parte de la superficie agrícola de Argentina (y del mundo), y gran parte de los profesionales de las ciencias agrarias y forestales se desarrollan en dicha actividad directamente (e.g. asesorando en el manejo de monocultivos o producciones poco diversificadas) o indirectamente (ej. en agro-negocios asociada a insumo para pocos cultivos). En contraposición al mono-cultivo agrícola, los sistemas agroforestales promueven la diversificación productiva, ofreciendo a los productores, y a las regiones, ventajas desde lo productivo y desde lo ambiental, por ejemplo: incrementa en forma directa los ingresos a las familias rurales y productores (ej. por uso de mayor diversidad de nichos agro-ecológicos para producir), combinando cultivos con diferentes ciclos de producción más equilibrada en tiempo y espacio; y la diversificación productivas disminuye la vulnerabilidad a factores socio-económicos y ambientales. Esta diversificación se asocia a productos madereros, pecuarios, fruti-hortícolas y productos no maderables como: frutos nativos, colorantes, especies aromáticas y medicinales nativas y producción de mieles.
Específicamente, Córdoba ha sido la provincia de Argentina que más pérdida y degradación de bosque sufrió en las últimas décadas, por sobre-uso y avances de la frontera agropecuaria, ya que perdió más del 90% de sus bosques que originalmente tenían. Los últimos relictos de bosque nativo se localizan en el noroeste de la provincia, encontrándose en la zona Traslasierra (desde altas cumbres hasta el límite con La Rioja) los bosques en mejor estado de conservación. Asimismo, la población de Traslasierra, y en el resto de la región, se ha incrementado en las últimas décadas en forma muy notable, fundamentalmente por inmigración de familias procedentes de áreas urbanas grandes. Esta población en crecimiento demandan cada vez más cantidad y calidad de ofertas de estudios Terciarios y/o Universitarios. No obstante esta procedencia preferentemente urbana de la nueva población local, las actividades que se han desarrollado mayoritariamente son el turismo, el comercio y la producción agropecuaria desde planteos intensivos e industriales, asociadas a escala medianas y de monocultivo. Existe una base agraria minifundista diversificada, de la cual participan la población “neo-rural” y los pobladores tradicionales que persisten en los parajes con uso múltiple del bosque nativo con ganadería integrada. Por esta razón, las carreras universitarias deberían contemplar no sólo la problemática productiva agraria (agrícola-ganadero-forestal), sino también una formación que provea a los alumnos de herramientas para comprender la creciente complejidad de estas áreas boscosas-rurales, donde coexisten actividades agrarias (agrícolas, forestales-ganaderas) y no agrarias (como turismo, conservación de recursos naturales, servicios, etc.) que se desarrollan en ambientes de alto valor y fragilidad ecositémica.
RESILIENCIA de SOCIOECOSISTEMAS
INTRODUCCIÓN
Fuente: https://applyingresilience.org/en/the-7-principles/
Esta publicación es un resumen del libro “Principios para la construcción de resiliencia: mantenimiento de los servicios ambientales en los sistemas socioecológicos”, publicado por Cambridge University Press (2014). Esta publicación presenta capítulos en dónde revisaron y evaluaron los diferentes factores sociales y ecológicos que se han propuesto para mejorar la resiliencia de los sistemas socioecológicos y los servicios ecosistémicos que producen. Presentan un conjunto de siete principios que se consideran cruciales para desarrollar la resiliencia en los sistemas socioecológicos y discuten cómo estos principios pueden aplicarse en la práctica. Los siete principios son 1) mantener la diversidad y la redundancia, 2) gestionar la conectividad, 3) gestionar las variables lentas y los mecanismo de retroalimentación (feed-backs), 4) fomentar el pensamiento sistémico adaptativo complejo, 5) fomentar el aprendizaje, 6) ampliar la participación y 7) promover sistemas de gobernanza policéntrica.
ANTECEDENTES
En las últimas décadas, pocos conceptos han ganado tanta prominencia como la resiliencia, la capacidad de un sistema para hacer frente al cambio y seguir desarrollándose. Ha habido una explosión de investigación sobre formas de promover o socavar la resiliencia de varios sistemas, ya sea un paisaje, una zona costera o una ciudad. Sin embargo, la multitud de factores sugeridos que mejoran la resiliencia ha llevado a una comprensión algo dispersa y fragmentada de lo que es fundamental para desarrollar la resiliencia y cómo se puede aplicar la comprensión de estos factores.
Específicamente la resiliencia ecológica se define como capacidad de un ecosistema para responder, absorber, recuperarse y/o reorganizarse después de disturbio, manteniendo la integridad del ecosistema y su capacidad de brindar bienes y servicios a lo largo del tiempo. Si uno (o más) factor(es) de disturbio (ej. sobrepastoreo y/o sobre-extracción de leña y madera) produce una disminución significativa o pérdida de la resiliencia de un bosque, el ecosistema cruzar un umbral a un estado alternativo. Es decir, un ecosistema ha cruzado un umbral cuando uno (o más) factor(es) de disturbio afectan atributos y procesos ecosistémicos clave del mismo, que reducen significativamente la capacidad del sistema para regresar a un estado de referencia o anterior (López et al., 2011, 2013; Peri et al., 2017a). Por su parte, La resiliencia socio-ecológica es una propiedad más amplia que resiliencia ecológica y se relaciona con tres aspectos claves: (i) la capacidad del sistema para absorber o responder a un factor de disturbio y permanecer dentro del dominio de un mismo estado; (ii) el grado en que el sistema es capaz de auto-organizarse (frente a la falta de organización u organización forzada por factores externos) frente a forzantes o disturbios, y (iii) su capacidad de aprender y/o adaptarse a cambios futuros y/o nuevos factores de disturbio o forzantes socio-ambientales (o “drivers” en inglés) (Folke et al., 2002; Gunderson y Holling, 2002; Folke, 2006; Nelson et al., 2007; López et al., 2018). La resiliencia socio-ecológica es una propiedad emergente de los socio-ecosistemas porque no puede ser evaluada y/o mantenida por un solo componente de un Sistema Socio-Ecológico (SSE) (ej. por un único subsistema como el humano, el social o el natural), sino por todo el sistema o todos sus sub-sistemas, y también puede verse afectada por el contexto (López et al., 2018).
Un enfoque de #resiliencia para la #sustentabilidad se centra en cómo desarrollar la capacidad para hacer frente a cambios inesperados. Este enfoque va más allá de ver a las personas como impulsores externos de la dinámica de los ecosistemas y más bien mira cómo somos parte de la biosfera e interactuamos con ella, la esfera de aire, agua y tierra que rodea el planeta y en la que se encuentra toda la vida. Una de las principales formas en que las personas dependen e interactúan con la biosfera es a través del uso de diferentes servicios ecosistémicos, como el agua que usamos para cocinar y beber, los cultivos que cultivamos para nutrirnos, la regulación del clima y nuestro bienestar espiritual o conexiones culturales con los ecosistemas. Las personas también cambian la biosfera de muchas maneras a través de actividades como la agricultura y la construcción de carreteras y ciudades. Un enfoque de pensamiento de resiliencia intenta investigar cómo estos sistemas interactivos de personas y naturaleza, o sistemas socioecológicos, pueden manejarse mejor para garantizar un suministro sostenible y resiliente de los servicios ecosistémicos esenciales de los que depende la humanidad.
Esta publicación es un resumen popular del libro “Principios para la construcción de resiliencia: mantenimiento de los servicios de los ecosistemas en los sistemas socioecológicos”, publicado por Cambridge University Press (2014). Estas publicaciones (capítulos) revisaron y evaluaron los diferentes factores sociales y ecológicos que se han propuesto para mejorar la resiliencia de los sistemas socioecológicos y los servicios ecosistémicos que producen. Presentan un conjunto de siete principios que se consideran cruciales para desarrollar la resiliencia en los sistemas socioecológicos y discuten cómo estos principios pueden aplicarse en la práctica. Los siete principios son 1) mantener la diversidad y la redundancia, 2) gestionar la conectividad, 3) gestionar las variables lentas y los mecanismo de retroalimentación (feed-backs), 4) fomentar el pensamiento sistémico adaptativo complejo, 5) fomentar el aprendizaje, 6) ampliar la participación y 7) promover sistemas de gobernanza policéntrica.
Antes de aplicar cualquiera de los principios, es esencial considerar de para qué se desea desarrollar la resiliencia y cómo (por ejemplo, incendios, inundaciones, urbanización). El simple hecho de mejorar la resiliencia de los servicios ecosistémicos existentes en un paisaje puede afianzar y exacerbar las desigualdades, como cuando las comunidades urbanas pobres sufren los efectos de las inundaciones causadas por las actividades agrícolas o forestales en tierras de propiedad privada río arriba. Existen importantes compensaciones entre los diferentes servicios de los ecosistemas (por ejemplo, la producción de cultivos y la biodiversidad) y no es posible mejorar la resiliencia de todos los servicios de los ecosistemas simultáneamente. Con estas advertencias en mente, los siete principios brindan orientación sobre oportunidades clave para intervenir y "trabajar con" sistemas socioecológicos para garantizar que sigan siendo resilientes y capaces de proporcionar los servicios ecosistémicos necesarios para sustentar y respaldar el bienestar de las personas en un mundo en rápido cambio y cada vez más poblado.
Principio 1: MANTENER LA DIVERSIDAD Y LA REDUNDANCIA
En un sistema socioecológico, componentes como especies, tipos de paisajes, sistemas de conocimiento, actores, grupos culturales o instituciones brindan diferentes opciones para responder al cambio y lidiar con la incertidumbre y la sorpresa. Los sistemas con muchos componentes diferentes (por ejemplo, especies, actores o fuentes de conocimiento) son generalmente más resistentes que los sistemas con pocos componentes. La redundancia proporciona un "seguro" dentro de un sistema al permitir que algunos componentes compensen la pérdida o falla de otros. La redundancia es aún más valiosa si los componentes que proporcionan la redundancia también reaccionan de manera diferente a los cambios y las perturbaciones (diversidad de respuesta).
Los pequeños agricultores suelen plantar varios cultivos alimentarios diferentes para que el fracaso de un cultivo no tenga efectos catastróficos en el suministro de alimentos. Del mismo modo, los sistemas de aprovechamiento de recursos naturales, que se dirigen a varias especies diferentes, son más resistentes que los sistemas que se dirigen a una sola especie. La evidencia de varios otros campos de estudio sugiere que los sistemas con muchos componentes diferentes son generalmente más resistentes que los sistemas con pocos componentes. La redundancia funcional, o la presencia de múltiples componentes que pueden realizar la misma función, puede proporcionar un "seguro" dentro de un sistema al permitir que algunos componentes compensen la pérdida o falla de otros. En resumen, la redundancia se materializa en el dicho "no pongas todos tus huevos en una canasta".
Principio 2: MANEJAR LA CONECTIVIDAD
La conectividad puede mejorar y reducir la resiliencia de los sistemas socioecológicos y los servicios de los ecosistemas que producen. Los sistemas bien conectados pueden superar y recuperarse de las perturbaciones más rápidamente, pero los sistemas demasiado conectados pueden provocar la rápida propagación de las perturbaciones en todo el sistema, de modo que todos los componentes del sistema se vean afectados.
La conectividad se refiere a la estructura y la fuerza con la que los recursos, las especies o los actores se dispersan, migran o interactúan a través de parches, hábitats o dominios sociales en un sistema socioecológico. Considere, por ejemplo, parches de bosques conectados en un paisaje: el paisaje forestal es el sistema, los parches de bosque son partes del sistema. La forma en que están vinculados determina qué tan fácil es para un organismo moverse de un parche a otro. En todo sistema, la conectividad se refiere a la naturaleza y fuerza de las interacciones entre los diversos componentes. Desde la perspectiva de una red social, las personas son actores individuales dentro de un sistema integrado en una red de conexiones.
Un ejemplo positivo de la conectividad del paisaje es que puede contribuir al mantenimiento de la biodiversidad. Esto se debe a que entre parches de hábitats bien conectados, la extinción de especies locales puede compensarse con la afluencia de especies de los alrededores. La conectividad reducida causada por la fragmentación antropogénica, como carreteras o represas, tiene un efecto negativo en la viabilidad de la población, particularmente entre las grandes poblaciones de mamíferos.
Sin embargo, demasiada conectividad también puede ser un problema. La conectividad limitada a veces puede aumentar la resiliencia de un servicio del ecosistema al actuar como una barrera para la propagación de perturbaciones como un incendio forestal. Un ejemplo claro de esto fue la actual propagación de la Pandemia por el COvid-19, en dónde su propagación fue rápida entre los países y regiones muy conectadas. Por otro lado, un sistema demasiado conectado puede reducir la probabilidad de supervivencia de la población cuando todas las poblaciones se ven afectadas por la misma perturbación, por ejemplo, un incendio o una enfermedad.
En las redes sociales humanas, la conectividad puede generar resiliencia de los servicios de los ecosistemas a través de oportunidades de gobernanza mejoradas y mejoradas. Los altos niveles de conectividad entre diferentes grupos sociales pueden aumentar el intercambio de información y ayudar a generar confianza y reciprocidad. Ver más ejemplo de conectividad y resiliencia en: https://applyingresilience.org/en/principle-2/
Principio 3: MANEJAR LAS VARIABLES LENTAS Y LAS RETROALIMENTACIONES
Dentro de un sistema complejo, un herramienta útil es concentrarse en evaluar las variables “rápidas” y “lentas” (ver, por ejemplo, Ludwig et al. 1978, Holling 1986, Carpenter y Turner 2000 para ecosistemas; Crépin 2007 para sistemas socioecológicos). Las variables “rápidas” son aquellas que son de interés principal para los productores y usuarios de los ecosistemas, por ejemplo: una especie de plaga, productividad del ecosistema, como producción de cultivos, agua limpia y especies favorecidas. La dinámica de estas variables rápidas está fuertemente moldeada por otras variables del sistema que generalmente cambian mucho más lentamente y, por lo tanto, se las conoce como variables "lentas" o "controladoras" (porque no siempre son lentas). Es importante remarcar que nos referimos a variables "rápido" y "lento" como una clasificación en términos relativos. Ejemplos de variables lentas en un ecosistema serían a nivel del suelo la cantidad de materia orgánica del suelo (stock) y la profundidad del suelo, a nivel de la vegetación sería la cobertura basal de las plantas (versus la cobertura aérea, que sería su contraparte de variable rápida). La variable lentas son el soporte, o regulan, a las variable rápida (ej. producción de cultivos). Las variables rápida cambian “rápidamente” en respuesta a estímulos externo o internos (ej. variabilidad estacional de las precipitaciones, manejo del pastoreo). Por su parte, las variables lenta responde a la variación en un factor externo o interno de más largo plazo (que las variables lentas), y están asociadas a degradación y cambios de estado (i.e. cambios más persistentes que determinan el cruce de umbrales), factores que afectan a la variables lentas son el sobre-uso antrópico y el cambio climático.
Por otra parte, los mecanismos de retroalimentación (feedbacks) representan procesos ecológicos que refuerzan (feedback negativos) o disminuyen (feedback positivos) la resiliencia de los estados de un ecosistema. Una retroalimentación positiva amplifica el cambio en la entrada, empujando al sistema hacia un cambio más pronunciado (dependiendo de si esa amplificación es deseada o indeseada, estos feedbacks positivos son considerados círculos virtuosos o viciosos, respectivamente). Una retroalimentación negativa contrarresta el cambio en la entrada, tendiendo a mantener al sistema en su estado actual. La ocurrencia y mantenimiento de procesos o mecanismos de retroalimentaciones negativas son clave para sustentar un equilibrio dinámico a mediano y largo plazo en cada estado. Los factores que amplifican el cambio (retroalimentación positiva) pueden ser beneficiosos (por ejemplo, restauración) o perjudiciales (por ejemplo, degradación) (López 2011).
Los sistemas socioecológicos a menudo se pueden "configurar" de formas muy diversas. En un mundo que cambia rápidamente, el manejo de las variables lentas y la retroalimentación es crucial para mantener los sistemas socioecológicos "configurados" y funcionando de manera que produzcan servicios ecosistémicos esenciales. Si estos sistemas cambian a una configuración o régimen diferente, puede ser extremadamente difícil de revertir. Por ejemplo, imagine un ecosistema, como un lago de agua dulce, que le proporciona agua potable de fácil acceso a la población que vive alrededor. La calidad de esta agua está vinculada a variables que cambian lentamente, como la concentración de fósforo en los sedimentos que llegan al lago desde los ríos y arroyos, y por la escorrentía del paisaje. Además, este lago está vinculado a la escorrentía de fertilizantes que se utilizan en los campos de cultivo cercanos y que fluyen hacia el lago. Desde el ámbito social, los sistemas legales, los valores y las tradiciones también pueden ser consideradas variables lentas importantes. Pueden regular el manejo y conservación de los servicios de los ecosistemas existentes. Por ejemplo, a través de prácticas agrícolas, como cuándo, dónde y cuánto fertilizante se usa en los campos que rodean un lago. Las retroalimentaciones son los "conectores" bidireccionales entre las variables que pueden reforzar (retroalimentación positiva) o amortiguar (retroalimentación negativa) el cambio. Un ejemplo de retroalimentación de refuerzo (feedback positivo como bucle o círculo vicioso) son los pastos exóticos (ej. especies megatérmicas) introducidos en muchos ecosistemas subtropicales que provocan incendios, ya que promueven generan un mayor crecimiento de los pastos y frenan el crecimiento de especies arbustivas nativas (exclusión competitiva). Más más pastos conducen a más fuego (por mayor disponibilidad de biomasa combustible fina) que, a su vez, aumenta la recurrencia de fuego y elimina la competencia con especies leñosas, generando la proliferación post-fuegos de los pastos. Esto se convierte en un bucle y una retroalimentación que se refuerza a sí misma y que dispara una transición hacia un nuevo estado dominado por gramíneas exóticas (hasta que un nuevo estado en equilibrio dinámico se establezca).
Principio 4: FOMENTAR EL PENSAMIENTO SISTÉMICO ADAPTATIVO COMPLEJO
Para que podamos seguir beneficiándonos de una gama de servicios ecosistémicos, debemos comprender las complejas interacciones y dinámicas que existen entre los actores y los ecosistemas en un sistema socioecológico. Aunque el pensamiento sistémico adaptativo complejo (PSAC) no mejora directamente la resiliencia de un sistema, reconocer que los sistemas socioecológicos se basan en una red compleja e impredecible de conexiones e interdependencias es el primer paso hacia acciones de gestión que pueden fomentar la resiliencia.
A medida que las complejidades del mundo que nos rodea se vuelven más evidentes, nuestra comprensión de cómo comportarnos en él cambia en consecuencia a ese aprendizaje. Investigadores de una amplia gama de disciplinas están debatiendo, adoptando y defendiendo el pensamiento complejo como imperativo para comprender y hacer frente a los apremiantes desafíos socioecológicos actuales. Sin embargo, fomentar un cambio en el marco de referencia de las personas es mucho más que simplemente aumentar su base de conocimientos; implica cambiar su mentalidad y comportamiento. Un enfoque de sistemas adaptativos complejos (SAC) significa alejarse del pensamiento reduccionista y aceptar que dentro de un sistema socioecológico, se están produciendo varias conexiones al mismo tiempo en diferentes niveles. Además, el pensamiento complejo significa aceptar la imprevisibilidad y la incertidumbre, y reconocer una multitud de perspectivas. Para comprender un sistema socioecológico, debemos comprender cómo piensan los actores dentro del sistema y cómo sus 'modelos mentales' influyen en las acciones que realizan. Los modelos mentales son estructuras cognitivas en las que se basan el razonamiento, la toma de decisiones y el comportamiento. Esto significa comprender cómo un actor entiende un sistema, cómo lo maneja y cómo reacciona ante cualquier cambio dentro del sistema. Hoy en día, los gestores, productores o “manejadores” reconocen cada vez más que no puede haber una fórmula definitiva o una solución única para un problema. Aunque hay pruebas limitadas de que el pensamiento SAC mejora directamente la resiliencia de un sistema, hay varios ejemplos de cómo contribuye a ello. En este sentido, el uso de indicadores de umbral proporciona a los administradores o manejadores de campos señales de advertencia cuando un componente del sistema (por ejemplo, estado corporal o nutricional del ganado, cobertura de una especie) se acerca a un punto crítico. La intención general es reducir la intervención humana (e inversión) y aumentar la variedad de ecosistemas y tipos de hábitats.
Principio 5: FOMENTAR EL APRENDIZAJE
El conocimiento de un sistema es siempre parcial e incompleto y los sistemas socioecológicos no son una excepción. Por lo tanto, los esfuerzos para mejorar la resiliencia de los sistemas socioecológicos deben estar respaldados por el aprendizaje y la experimentación continuos. El aprendizaje y la experimentación a través del manejo adaptativo y colaborativa es un mecanismo importante para desarrollar la resiliencia en los sistemas socioecológicos. Esto asegura que los diferentes tipos y fuentes de conocimiento sean valorados y considerados al desarrollar soluciones, y conduce a una mayor disposición a experimentar y asumir riesgos. La resiliencia se trata de lidiar con el cambio y adaptarse y transformarse en respuesta al cambio. Debido a que los sistemas socioecológicos están siempre en desarrollo, existe una necesidad constante de revisar los conocimientos existentes para permitir la adaptación al cambio y los enfoques de gestión. La gestión adaptativa, la cogestión adaptativa y la gobernanza adaptativa se centran en el aprendizaje como parte integral de la toma de decisiones y basan sus estrategias en el hecho de que el conocimiento es incompleto y que la incertidumbre, el cambio y la sorpresa juegan un papel importante en la gestión de los sistemas socioecológicos.
¿Cómo podemos fomentar el aprendizaje?
Existen pautas superpuestas sobre cómo fomentar el aprendizaje para obtener resultados resilientes. Los más importantes incluyen:
Apoyar el monitoreo a largo plazo de componentes clave sociales y ecológicos.
Brindar oportunidades de interacción que permitan un compromiso extendido entre los participantes.
Involucre a una variedad de participantes
Establecer un contexto social adecuado para el intercambio de conocimientos.
Garantizar recursos suficientes para permitir que se lleven a cabo los procesos de aprendizaje.
Permitir que las personas se relacionen y creen comunidades de práctica
Principio 6: FOMENTAR Y AMPLIAR LA PARTICIPACIÓN
Involucrar a una diversidad de partes interesadas en la gestión de los sistemas socioecológicos puede ayudar a desarrollar la resiliencia al mejorar la legitimidad, ampliar la profundidad y diversidad del conocimiento y ayudar a detectar e interpretar las perturbaciones. La participación puede variar desde simplemente informar a las partes interesadas hasta una devolución total del poder. Puede ocurrir en varias —o en todas— las etapas de un proceso de gestión, aunque la participación diversa puede ser particularmente útil en la fase de inicio. Esto se debe a que la participación temprana significa que el conocimiento de los grupos de usuarios se puede incorporar al definir las prioridades y necesidades de gestión.
Hay una serie de ventajas en una participación amplia y eficaz. Un grupo informado y que funcione bien tiene el potencial de generar confianza y un entendimiento compartido, ambos ingredientes fundamentales para la acción colectiva.
¿Cómo podemos ampliar la participación?
Crear un buen proceso de participación depende en gran medida del contexto, y es un desafío determinar a quién involucrar y las herramientas y métodos más apropiados para usar. Los errores comunes que se encuentran al poner en práctica los procesos participativos incluyen subestimar los recursos financieros, humanos y de tiempo necesarios para llevar a cabo una participación exitosa, capacitación insuficiente en habilidades de comunicación y facilitación, falta de claridad sobre los roles o reglas de participación, y las partes interesadas que se involucran demasiado tarde en la proceso para tener un impacto significativo. Hay varias pautas superpuestas que pueden contribuir a una participación más efectiva:
Tener claridad en las metas y expectativas del proceso de participación.
Involucrar a las personas adecuadas.
Encuentrar líderes inspirados y motivados que puedan movilizar al grupo.
Proporcionar desarrollo de capacidades.
Hacer frente a problemas de poder y posibles conflictos.
Asegurar suficientes recursos para permitir una participación efectiva.
Principio 7: PROMOVER LA GOBERNANZA POLICÉNTRICA
El policentrismo es un sistema de gobernanza en el que varios órganos de gobierno interactúan para crear y hacer cumplir las reglas dentro de una arena o ubicación de políticas específicas, se considera una de las mejores formas de lograr la acción colectiva frente a cambios perturbadores o factores de disturbio o desastres socio-ambientales. La colaboración entre instituciones y escalas mejora la conectividad y el aprendizaje entre escalas y culturas. Las estructuras de gobernanza bien conectadas pueden hacer frente rápidamente a los cambios y las perturbaciones porque son abordados por las personas adecuadas en el momento adecuado.
Aunque hay muchas formas en que se puede lograr la acción colectiva, el policentrismo se considera único. Los estudios clásicos sobre la gobernanza sustentable de los sistemas socioecológicos destacan la importancia de las llamadas “instituciones anidadas” (las normas y reglas que gobiernan las interacciones humanas). Se trata de instituciones conectadas a través de un conjunto de reglas que interactúan entre jerarquías y estructuras para que las personas adecuadas puedan abordar los problemas rápidamente en el momento adecuado. Las instituciones anidadas permiten la creación de reglas de participación social y acción colectiva que pueden "encajar" en el problema que deben abordar.
En contraste con las estrategias más monocéntricas, se considera que la gobernanza policéntrica mejora la resiliencia de los servicios de los ecosistemas de seis maneras, que coinciden elegantemente con otros principios de esta publicación: brinda oportunidades para el aprendizaje y la experimentación; permite niveles más amplios de participación; mejora la conectividad; crea modularidad; mejora el potencial de diversidad de respuestas y genera redundancia que puede minimizar y corregir errores en la gobernanza. Otra razón por la que la gobernanza policéntrica es más adecuada para la gobernanza de los sistemas socioecológicos y los servicios de los ecosistemas es porque el conocimiento tradicional y local tiene muchas más posibilidades de ser considerado. Esto, a su vez, mejora el intercambio de conocimientos y el aprendizaje entre culturas y escalas.